lunes, 10 de mayo de 2010

Extremos opuestos del túnel: Cegados por el pensamiento visceral

Cegada por el pensamiento visceral, la gente siempre tiende a opinar de forma emocional. Se dejan llevar por rumores y lanzan peligrosas afirmaciones basadas en huecos fundamentos, sin tener el más mínimo criterio, dejando a un lado el razonamiento objetivo y deductivo.

Mucha gente no sabe utilizar los mecanismos necesarios para hacer valer el derecho a la libertad de expresión. Es un bonito nombre, pero la ignorancia es atrevida. Muchas personas toman la vocería en campos que no les compete y pisotean los principios de un dialogo constructivo, convirtiéndolo en una violenta confrontación verbal que puede pasar a la agresión física.

La falta de educación, cultura y ética ha matado lentamente el diálogo constructivo. La humanidad ha cometido errores repetidos de tomar partido en un bando determinado y alzar su voz de protesta en una discusión en la que solo se admiten dos bandos. Se vuelven ciegos al resto del mundo como si sus ojos estuviesen apuntando a su oponente dentro de un túnel, aislándose al resto de opciones.

La vida no es blanco o negro. Hay una escala de grises disponible para tomar partido y llegar a un punto neutro. No existe solo la derecha o la izquierda. Mientras todas esas tonterías ocurren en cualquier campo de la sociedad (llámese política, economía, arte, moda, etc) la manipulación mediática sigue campante, obligando de manera indirecta a pensar o actuar del modo que ELLOS quieren.

La gente confunde lo objetivo con lo subjetivo, el respeto con la admiración, el agnosticismo con el ateísmo y un sinfín de posiciones, todo debido a la absurda concepción de que solo son posible 2 opciones, todo por estar cegados dentro del túnel, a ambos extremos, mientras se piensa con las vísceras.

País de miopes, manipulación mediática. Flojera mental que no te deja indagar: Tragas entero y prejuzgas sin piedad. Así es la humanidad. Y así es Colombia, tristemente.

Viaje a la realidad: Solo de Ida

He regresado. El avión a vuelto a aterrizar o tal vez, a despegar. Volví al sitio del cual nunca debí haber partido. Me había estado engañando, apuñalándome a mi mismo. Nunca debí haberme ido, lo se, pero no sabía que lo hacía.

Era una contradicción viviente. ¿Por qué hacer la fácil y huir cuando puedes quedarte y luchar? Porque soy un soñador. Me la paso en los cielos viendo la realidad desde lejos. Tomo como ventaja mi posición privilegiada para lanzar críticas de lo absurdo, de lo banal. Nada hay de malo en alejarse de lo cotidiano y ver el plano por completo. O mejor, no verlo.

Nunca debí partir de la fantasía. Me fui de ella sin el traje espacial que me protegería de la radiación cancerígena de esta cruda realidad. Inmerso en ella volví a contagiarme de las pestes que ahogan a la humanidad y poco a poco me fui dejando llevar.

-¡Detente! Ha dicho mi razón -Cuidado con las masas. De inmediato recordé que la voz mas pequeña suele tener la razón, pero es eso: la más débil y ligera vocecilla en medio del estruendoso concierto de ignorancia, imbecilidades y oportunismos que han machacado lo poco que quedaba de ética y moral.

En medio de piedras e insultos retomé mi vuelo hacia los cielos, pero no hacia el olvido. Porque aún existe remedio para aquel mundo de misterios y sus hostiles habitantes.

Vuelvo a refugiarme en utopía, un mar de sueños y poesía.